sábado, 10 de febrero de 2018

Entre libros

La mayoría de los libros de los que hablo en este blog son de literatura juvenil. En este caso, voy a comentar brevemente dos que no están destinados exactamente al público más joven, pero son tan interesantes y tratan los clásicos de la literatura con tanto cariño que, a los que nos encanta leer, nos arrancan sonrisas de la cara.

El primero de ellos es La noche en que Frankenstein leyó el Quijote de Santiago Posteguillo. Se trata más bien de un conjunto de breves ensayos en los que el autor ofrece una pequeña anécdota relacionada con algunos autores y obras más significativos de la literatura universal. Y además aporta su personal visión y valoración acerca de las mismas. Así, crea todo un recorrido literario: desde el Frankenstein de Mary Shelley, pasando por Dumas, Espronceda, Shakespeare... y por supuesto, Miguel de Cervantes y su Quijote. A medida que se van pasando páginas, vemos la infinita ternura y amor que siente Posteguillo por algunos clásicos universales, y que, en mi caso al menos, son totalmente compartidos.


El otro es La librería del señor Livingstone de Mónica Gutiérrez. En esta ocasión, es una novela breve que cuenta la historia de Agnes Martí, una antropóloga barcelonesa que se marcha a Londres en busca de un trabajo relacionado con su campo. Tras ser rechazada en todos los museos, acaba trabajando en la librería del señor Livingstone, un hombre un tanto huraño y cascarrabias, pero absolutamente genial. Es inteligentísimo, cultísimo, un lector empedernido y un bibliófilo declarado:

- Muy bonito - sentenció Edward después de considerar su respuesta. Pensaba abandonarnos a todos a la primera dificultad que se presentase.
- No es eso, pero hay personas que necesitan más tiempo para abrir su corazón.
- ¿Como si fuese una ostra?
- Como si fuese un ser humano atribulado lejos de su hogar.
- El hogar es el lugar donde guardamos los libros*
Agnes disfrutó del liviano peso de Twist en sus pies, de la tranquila tarde en Moonlight Books pasadas las ajetreadas compras navideñas, del aroma del earl grey y del chocolate. Se reclinó en su asiento, suspiró feliz y miró al recalcitrante librero con la sonrisa bailándole en los ojos.
- ¿Qué va a hacer en abril? - le preguntó el señor Livingstone compartiendo el momento de paz con su arqueóloga prestada.
- Leer
- Es por respuestas como esa por las que se ha convertido en una mis personas favoritas en el mundo.
*Cita de R. F. Burton.



Tiene además un sentido del humor muy fino, agudo, y además es muy leal. Por eso, pese a su hosquedad, se hace querer, hasta convertirse en el que creo el mejor personaje de la novela: es el amigo que me encantaría tener. Tiene, además, la cita literaria adecuada para la ocasión. Sin embargo, eso no lo convierte en un pedante: sus citas sirven para reforzar el humor o describir el carácter del señor Livingstone.
Otro rasgo que me encantó del libro fue la descripción de la librería, Moonlight Books. Es un lugar caótico y ordenado al mismo tiempo, cuya característica más singular es la claraboya que tiene en el techo por la que se pueden ver las estrellas. Esta librería es, además, el lugar central donde transcurre la acción: en ella entran y salen distintos personajes, algunos prosaicos y otros extravantes y entrañables (como la señora que acude regularmente los martes, calzada con pantuflas, en busca de la lectura de la semana). Otros personajes "residen" prácticamente dentro de la librería: el señor Livingstone, Sioban (la editora y novia del librero), Agnes, el escritor... y el pequeño Oliver. 
Oliver, de apellido Twist (lo que el señor Livingstone considera de muy mal gusto por parte de su madre), es un niño superdotado, aficionado a la astrología que prácticamente vive en el local. Evidentemente, no es huérfano (como el Oliver Twist de Dickens), pero su madre lo abandona cada tarde en ese lugar. Sin embargo, Oliver es feliz porque para él no hay un sitio mejor. Allí tiene más libros de los que puede leer, la claraboya a través de la cual puede estudiar las estrellas ayudándose de su telescopio, y tiene amigos: el señor Livingstone y Agnes.
En definitiva, es un libro del que no me esperaba nada y sin embargo me ha sorprendido gratamente: la magia de la librería, el encanto de sus personajes, el cariño y profundo respeto con el que se habla de la lectura y de los libros. Por todo ello, esta novela se ha ganado un lugar de honor en esta vía de libros.

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